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sábado, 5 de diciembre de 2015

El General contra los zorros

El pulso que el General J.J. Rodríguez ha mantenido con la zorrera del Ministerio de Defensa ha tenido como desenlace final (por ahora) su cese por "pérdida de confianza" y "falta de idoneidad", lo que al parecer (los medios me hacen dudar) significa su expulsión del ejército, con todo lo que ello implica. Evidentemente, la medida no puede resultar más deshonrosa para el ministro Morenés.
En principio se supone que siendo estrictos, el ministro se hallaba en su derecho de tomar una medida disciplinaria, pero a nadie se le escapa que se trata de una pueril pataleta de rabia contra la libre decisión de un hombre al que el sr. ministro consideraba bajo su control.
Todo empezó cuando el General optó por unirse al partido de Iglesias. Como aún no estaba en la reserva, el General Rodríguez, sabiendo que en el Gobierno le pondrían todos los impedimentos posibles, decidió dar el paso de sumarse a las listas de Podemos, y solicitó entonces su pase a la reserva. Su jugada maestra fue no hacerlo público hasta que ya lo hubiera solicitado, conocedor de que era en el Consejo de Ministros donde debía aprobarse su solicitud; los zorros no iban a permitir que el General se marchase para unirse a las filas del "enemigo"; otra cosa habría sido si se les hubiera pedido el pase a la reserva para ir en las listas del PP, naturalmente. Al publicar su solicitud al tiempo que su incorporación a las candidaturas de Podemos el General les obligaba a retratarse públicamente.
Los habitantes de la zorrera, atrapados entre el espíritu democrático de permitir el juego político sano y honesto, o bien aferrarse a la rigidez castrense, optaron por esto último como forma de salvaguardar su dignidad protocolaria, ya que otra no les quedaba, de cara a sus votantes tradicionales. En cambio, de cara no sólo al resto de votantes, sino al panorama político internacional han ofrecido con ello una imagen, una vez más, de retrógrado anquilosamiento en las, para ellos, inquebrantables normas, cuando en sólo unos días el General (me resisto a apearle del rango que, sin entrar a valorar ni a cuestionar sus méritos, hasta ahora ha tenido) habría sido un hombre totalmente libre de ejercer todos sus derechos y libertades civiles como ciudadano.
Estamos una vez más ante la infame venganza de unos politicuchos sin honor suficiente para reconocer a la gente sus méritos, sus derechos y sus libertades. Pero claro, qué se podía esperar de aquellos que, a falta de razón, aluden a la Constitución, la misma contra la que su fundador votó en su día, para eludir el diálogo y el debate político, por ejemplo, en Cataluña. Así nos va, y así nos seguirá yendo mientras no nos libremos de semejantes seres. Y lo malo es que, cual criminales, se aprovechan de la limpieza con que jugamos los ciudadanos ante su tiranía.
Sinelo

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