Ya sé (@maxpradera)
que no le descubro nada a nadie. Es sólo por dar mi opinión, que, obviamente, a
nadie o casi nadie importa.
A estas alturas el
lío es tan monumental que nos va a costar años desenredarlo. Me refiero, cómo
no, al "tema" catalán. A pesar de que hay quienes opinan que se trata
de una cortina de humo para llenar la actualidad con un tema más importante y
urgente que otros como la corrupción en ambos bandos (PP y CDC), lo cierto es
que, una vez planteada la partida, hay que jugarla hasta el final aunque, eso
sí, sin descuidar los temas restantes conforme vayan requiriendo de nuestra
atención.
El Parlament
anunció el inicio de los movimientos secesionistas, saltándose toda la
legalidad vigente; es cierto que un pueblo tiene todo el derecho a que le sea
reconocida su personalidad jurídica en el panorama internacional, pero eso sólo
se puede hacer tras un referéndum que cumpla todos los requisitos exigibles a
una consulta popular de tan extrema importancia. Y a nadie se le escapa que las
últimas elecciones catalanas, ni fueron unas autonómicas bien planteadas, ni
menos aún fueron unas elecciones plebiscitarias en toda la dimensión de la
palabra; de hecho, tuvieron de plebiscito lo mismo que el lanzamiento de una
moneda al aire para dilucidar al ganador de una partida de parchís después de
que la otra parte hiciera trampas poniendo límites al juego de su rival.
Reconozco que ello le da un cierto derecho al catalanismo para hacer trampas al
Estado, pero no para hacérselas al propio pueblo catalán mediante un pseudo
plebiscito.
En el movimiento
siguiente, absolutamente previsible, "(e)l
Constitucional suspende la declaración independentista del Parlament y advierte
a Mas" (fuente: eldiario.es). Esa resolución no es sólo una muestra
del extremismo que ha adoptado el nacionalismo español con el PP gobernando en
solitario, sino también de la chapucera gestión que lxs acólitxs del gobierno
central están llevando a cabo en casi todo lo importante que tocan. Sólo hay
que leer detenidamente el BOE para darse cuenta del enorme ¿error? en que han
podido incurrir lxs miembrxs del T.C.:
«Declarar la nulidad de las
resoluciones que contravengan las que ha dictado el propio Constitucional, previa audiencia del Ministerio Fiscal y del órgano que las dictó».
La parte señalada
en negrita, que yo sepa, no se ha respetado. El motivo puede ser la ignorancia,
pero me inclino más a pensar que se trata de la precipitación. Si bien tanto a
Artur Mas como a Mariano Rajoy les conviene que se hable de separatismo y no de
corrupción, la crisis o las propuestas de medidas sociales, no es menos cierto
que a ninguno de los dos le interesa salir derrotado en esta partida, si es que
ésta se resuelve antes del 20D; porque ésa es otra cuestión: Mas ha pisado el
acelerador consciente de la debilidad del gobierno central en funciones, estado
en el que paradójicamente se encuentra él mismo que, no obstante, muestra unas
dotes de liderazgo y un carisma muy superiores a los de su adversario.
Como es natural,
por su parte, la siguiente jugada del catalanismo ha sido la esperada, y de
hecho, ya anunciada por activa y por pasiva: "El
Govern anuncia que desobedecerá al TC y seguirá adelante con la declaración
independentista" (fuente: eldiario.es).
Llegados a este
punto temido por todos, pero sobre todo por el españolismo más pacífico, la
mejor solución que puede tener la cosa pasa por la movilización generalizada y
pacífica de aquellos catalanes que no quieren celebrar las navidades del 2017
en un país extranjero. Ya anoche se produjo un llamamiento del independentismo
a la movilización popular. Bien, a quienes quieren independencia ya les hemos
oído hasta la saciedad ¿Dónde estuvieron los partidos españolistas todos estos
años? No les vi celebrando, como hacían en el País Vasco, un día nacional, esto
es, una Diada, aparte. En los últimos cuatro años, especialmente, han estado
muy callados "porque ningún partido les movilizaba". Como si en una
democracia fuera necesaria la convocatoria de movilizaciones por parte de
alguna organización aunque no tuviera carácter político.
Me vino muy bien
educarme en los años en que mucha gente comenzaba a aprender cuál era el
funcionamiento de una verdadera democracia. Eso me permite saber que basta con
que un ciudadanx cualquiera convoque a la gente a reunirse para defender un fin
o para lograr un propósito, que siempre que ambos sean legales y legítimos, no
importa el número de manifestantes que consiga reunir, toda manifestación será
considerada legal (o así es, insisto, en una verdadera democracia sin leyes mordaza). Ya lo decía estos días
pasados ("La hora del pueblo"),
pero me permito insistir ahora, y cada vez con mayor urgencia e ímpetu: es la
sección del propio pueblo catalán que se siente española, sea cual sea su lugar
de residencia, la que tiene que hacerse oír en las calles y, por extensión, en
las redes sociales, de forma pacífica, para hacer ver al trilero Mas y a su
minoría secesionista que les podemos consentir que nos hagan trampas a los
dados, al parchís, y hasta al Risk, pero que en el tablero español, o jugamxs todxs, o no hay partida que valga.
Sinelo
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