Con el ruido de las
elecciones y de su complejo resultado ha pasado como de puntillas una noticia
que tiene la máxima gravedad, tanto por sus implicaciones políticas, como por
las medioambientales y sociales, pero muy especialmente por sus implicaciones legales.
Me refiero, como creo que resultará obvio alx lectorx avispadx, a la brutal ola
de incendios que arrasó la cornisa cantábrica de forma muy sospechosamente
casual la noche previa a las elecciones generales.
El gobierno de José Luis
R. Zapatero pudo cometer errores, pero es forzoso reconocerle los méritos en
cuanto a algunas de las normativas aprobadas en sus dos legislaturas. En la
primera de ellas cambió la Ley de Montes de 1957, aprobando un texto legal, la
Ley 43/2003, de 21 de noviembre, que entró en vigor el 22 de febrero del año
siguiente. Con ella se daba una buena cobertura a la protección de los montes,
tanto públicos como privados, y se dotaba un cuerpo de guardas medioambientales
con capacidad para detener in situ a
quienes fuesen cogidos in fraganti
infringiendo las normativas medioambientales. Pese a ello, hemos visto con
horror y preocupación cómo año tras año se reproducían incendios forestales que
seguían unos patrones más que sospechosos: una elevada concentración de
incendios en Galicia, por ejemplo (¿después de miles de años viviendo en ellos,
han olvidado lxs gallegxs cómo se cuida el monte?), "inexplicables"
incendios nocturnos o en lugares o momentos en que las circunstancias naturales
no los explicaban; y eso por no mencionar aquellos que tenían dos o más
orígenes simultáneos.
Todos ellos reflejaban
intereses subyacentes de lo más diverso, desde el mero descuido, pasando por la
venganza personal, hasta los más execrables intereses urbanísticos o
especulativos. Sin embargo, aun concentrándose a veces en una misma área y en
fechas cercanas, no dejaban de ser sucesos más o menos aislados, más o menos
inconexos.
En cambio lo del pasado
sábado supera los más descabellados planes que la ficción pueda proyectar en
una pantalla: sobrepasa el ámbito de lo local, al afectar a la superficie de
cuatro comunidades autónomas, y desafía todo cálculo de probabilidades al
coincidir más de 140 (¡ciento cuarenta!) focos en una misma noche, y noche sin
tormentas eléctricas además, lo que excluye las causas naturales; y noche del
final del otoño, para más inri. Pero
siendo tanta coincidencia ya de una enorme gravedad, por la planificación y
organización que sugiere haber tras tanto foco incendiario, lo que eleva los
niveles de gravedad hasta el máximo grado es el marco normativo y el momento
político en que todo esto ha tenido lugar.
El Gobierno del Partido
Popular, amparado cobarde y miserablemente en su malhadada mayoría
parlamentaria, ha desoído las reclamaciones y reivindicaciones del pueblo,
incluidxs sus votantes, en diversos temas de gran calado social. Como no podía
ser menos, también en el tema medioambiental. Así, aprobaron una serie de
reformas a la Ley de Montes ya existente, con las cuales cortaban de un plumazo
los dos brazos a lxs agentes forestales, al convertirlxs en merxs observadorxs
sin capacidad de actuación directa, y las cuales convertían en materia de
especulación tanto los montes asolados por un incendio como los árboles
quemados en el mismo, al permitir su comercialización. Este marco legislativo
tan benigno con lxs especuladorxs sin escrúpulos, con esxs mismxs especuladorxs
que no tienen ningún reparo en cometer otras tropelías contra la naturaleza,
aunque ésta se halle materializada en seres humanos, amenazaba con desaparecer
tras las elecciones del 20D, y quienes tenían previsto beneficiarse antes o
después de él se precipitaron a poner en acción todos sus incendios provocados
planificados para el año entrante antes de la noche electoral. Lo cual, por
cierto, no sólo les califica de criminales, sino de imbéciles e ignorantes,
puesto que unas elecciones no son un interruptor que cambia súbitamente el
marco legal.
De modo que, llegado a
este punto, no puedo evitar preguntarme qué motivos ocultos llevaron al PP a
aprobar un marco legal tan opuesto a la defensa de la naturaleza, con todas las
asociaciones de ecologistas en contra, amén de una parte muy numerosa, y
electoralmente muy significativa, de la población. Después de haber visto cómo
numerosxs miembrxs del partido en el Gobierno utilizaban las instituciones
públicas para su enriquecimiento personal, así como para el mercadeo favorable
a sus socixs financierxs, incluyendo entre esas actuaciones el robo de fondos
destinados a la ayuda a países desfavorecidos para dotarlos de agua potable con
el propósito de alimentar el fondo de bienes inmuebles particulares, ¿a quién
podría extrañarle que los sucesos de la noche del 19D fueran el fruto de
acuerdos privados de los más altos dirigentes de ese corrupto partido con
empresarixs mafiosxs de comportamiento o de filiación? ¿Cuántas coincidencias
sospechosas necesita el Fiscal General del Estado, por más que cojee de su
mismo pie, para emprender alguna investigación?
Lxs más observadorxs ya
habrán notado que he parafraseado al Ministro Montoro, quien en mala hora llegó
al Gobierno, presumiendo de su capacidad de mejorar una economía hundida en lo
más bajo. Pues hala, venga usted, lenguaraz señor Montoro, a ver si tiene los
santos cojones de hacer el milagro de reponer las cinco viviendas que han
ardido, con todos sus enseres dentro, con el pasado y quién sabe si el futuro
de cinco familias, o tanto animal abrasado por las llamas, o asfixiado por el
humo, o tanto árbol y matorral quemado.
En fin, aquí me quedo,
solo, clamando quizás en el desierto, a la espera, sentado, de que alguien con
corazón y dignidad mueva algún dedo.
Sinelo
En efecto, la reforma de la ley de montes aprobada durante este verano, incomprensiblemente con la abstención del Psoe y no con su voto en contra, dice textualmente que "con carácter excepcional las CCAA podrán cambiar de uso un espacio calcinado cuando concurran razones imperiosas de interés público de primer orden que sean aprobadas por ley, siempre que se adopten medidas compensatorias para recuperar una superficie forestal equivalente a la quemada." O lo que es lo mismo, que ardan los bosques que ya sabremos nosotros que ladrillo colocar luego. De esta manera se pone fin a una ley que no permitía construir en terreno forestal quemado en un plazo de 30 años para disuadir a todos aquellos delincuentes que pretendían tener vía libre para satisfacer sus deseos especulativos.
ResponderEliminar¿Incomprensible?...no, por desgracia encaja perfectamente con aquella línea ética de la que hace gala día tras día el Partido Popular. Sin embargo seguirá habiendo un rebaño disciplinado dándole el poder en las urnas.
Para todos aquellos a los que les interese tener una mínima noción de lo que conlleva un incendio forestal recomiendo fervientemente el documental "La vida en llamas". Ayer lo vi y desde luego no me dejó indiferente.
Un saludo Juan.