Si complejo era el
panorama político que dibujaron las urnas el pasado 20D, la ley electoral vino
a agitar las cifras como los dados en un cubilete, dejándolo aún más
enrevesado. En una democracia sólida, en la que todxs o casi todxs tengan
asumidas las reglas, eso no habría tenido excesiva importancia, pero en nuestra
joven y viciada historia democrática, incluso a la hora de formar pactos, no ya
de gobierno, siquiera de investidura, estamos atrapadxs en las más egoístas
estratagemas de los cuatro principales paladines.
Para el PP, y muy
especialmente para su líder, la salida más ventajosa sería, a falta de una gran
coalición imposible, impensable, e indigna, la convocatoria de nuevas
elecciones. Mariano sabe que sin un pacto amplio la legislatura, si llega a
comenzar, será corta, y habrá que convocar elecciones. Sin embargo, no puede
hacerlo sin antes haber intentado desgastar sin desgastarse en el intento de
formar gobierno. Además, si las hubiera convocado ya habría aparecido como un
líder incapaz de llegar hasta el final, cual amante abonado a la eyaculación
precoz. No obstante, unas nuevas elecciones le darían la oportunidad de
sobrevivir políticamente un poco más, y por eso deja que se agoten los plazos y
retrasa cuanto puede el momento en que comiencen a contar los dos meses para la
formación del nuevo ejecutivo. Gallego de pies a cabeza, él se aferra a esas
nuevas elecciones paciente y firmemente, como un percebe a la roca en un mar
agitado, pero haciendo ver que no, que su intención es soltarse y empezar a
nadar de un momento a otro.
Al PSOE, que tras dejar
de hincar codos pasó de ser el estudiante aventajado a vivir de las rentas, le
angustia pasar otra vez el examen de las urnas sabiendo que casi con toda
probabilidad el resultado será aún peor que la última vez. Al mismo tiempo,
Pedro, cuestionado su liderazgo dentro y fuera de su partido, ve en esta
compleja negociación la única oportunidad de reforzar su posición interna
frente a lxs baronxs más hostiles, y su imagen externa como líder de izquierdas.
Pero para ello sabe que no puede ir a remolque de las propuestas de Pablo
Iglesias ni de ningún otro, de ahí su respuesta a las mismas que ha ido del
"me lo miraré" al "me lo pienso mientras hablo con este
otro". El paso atrás de Rajoy favorece a Sánchez en este punto, pero
también le ha dejado expuesto al escrutinio de la prensa y de la opinión
pública y es consciente de que su única salida digna sería liderar un pacto de
investidura no importa cuán frágil sea, que antes o después le obligará a
convocar elecciones anticipadas.
Podemos se halla
secuestrado por el amor a la estrategia de Pablo. Demasiado aficionado a
Maquiavelo y, sobre todo, como él mismo confesó, a "Juego de Tronos",
su última jugada demuestra que está dispuesto a actuar con audacia y a aplicar
cualquier estratagema que a él y a su personalista proyecto les venga bien,
olvidando la opinión de esas bases a las que manipuló hábilmente para auparse
muy por encima de una gran masa anónima. Pablo tiene muy claro que sin el PSOE
no puede lograr nada, y sin ningún pudor ha faltado a su palabra de no
apoyarlo, y ha sabido presentar su actuación de tal manera que ante sus
votantes y sobre todo ante sus fans ha aparecido como un grandísimo estadista,
con carácter y de izquierdas, aunque lanzando un discreto aviso a navegantes al
aparecer a su derecha un general discretamente trajeado. Es más, si algo tiene
claro Pablo es que, según parece, él sería el gran beneficiado de convocarse
unas nuevas elecciones, y por eso hace propuestas chulescas, abusivas, con
pocos visos de prosperar, logrando así un doble objetivo: engrandecerse de cara
a quienes hacen un análisis superficial de su actuación (léase seguidorxs,
opinión pública, incluyendo la desfavorable, y una parte de la prensa, sobre
todo extranjera). Él también espera, cual Rambo camuflado en la maleza, con el
cuchillo entre los dientes, a que se acerquen de nuevo las urnas.
El partido de Rivera,
Ciudadanos, aparece en todo este embrollo como el amigo feo al que ninguna se
arrima. Para Mariano, Albert lo tiene demasiado pequeño, el apoyo que le puede
dar; a Mariano le resulta insuficiente, insatisfactorio, y un obstáculo para
que se le acerquen las demás. Por eso Albert se ofrece insistentemente a uno y
otro, promete dejarse sobar el programa, deshacerse de propuestas, asumir las
posturas que le propongan, dentro de un orden… El PSOE por su parte no se fía
porque sabe que Ciudadanos está contagiado de tanto abrirse con tal de pillar,
aunque no se sabe si de corrupción o de personalismo, de "lideritis",
y además sabe que sus fans no le perdonarían jamás liarse con ese. La única
baza que le queda a Rivera es la esperanza de que unas nuevas elecciones le
permitan seguir vampirizando voto al PP y sobre todo al PSOE, de modo que
Albert aguarda en las sombras, sediento del plasma electoral.
Izquierda Unida, en un
desesperado intento por no desaparecer ante el engaño de Oz, por cuyo camino de
baldosas moradas se perdieron muchxs de sus votantxs, trató de unir fuerzas con
otras formaciones menores para acabar una vez más con el agua al cuello.
Garzón, quien surgió como un líder cuestionado, se muestra actualmente como el
típico líder comunista que, aferrado dignamente a sus principios, trata de
asomar la cabeza sobre las olas de la actualidad, confiando en que quienes
realmente tienen convicciones de izquierdas, principios sólidos, y un criterio
maduro, le sigan otorgando votos en número suficiente para impedir que IU
desaparezca. Él es el único que ve cada convocatoria electoral como una nueva
batalla en la que hay que entregarse a fondo, sin importar tanto el resultado
como la defensa del, quizá, último baluarte de izquierdas con posibilidades de
crecer hasta alcanzar un tamaño significativo.
De niño pensaba que el
fundamento de la política era la ideología. La ingenuidad infantil es lo que
tiene. Todavía hoy, a tiro de piedra del medio siglo, continúo manteniendo una
cierta esperanza en que la política vuelva a ser una confrontación de ideas a
las cuales los individuos se adhieren voluntariamente, y no este calculado
mercadeo de marketing electoral que cambia las ofertas del folleto
propagandístico según sean las exigencias de la opinión mayoritaria. Como lxs
demás, yo también aguardo con interés una ineludible repetición de las
elecciones que ponga finalmente a cada unx en su sitio. Mientras tanto,
seguiremos en los medios el paripé post-20D con el empacho de quien acaba de
salir de la cena de Nochebuena sabiendo que ha de prepararse para la comida y
la cena de Navidad.
Sinelo
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