En 2007 tuve la ocasión de hacer un curso de cocina. Hasta entonces
todo mi contacto con el medio se había limitado a, como mucho, cocer
un algún huevo o freír unas salchichas con tomate frito de bote. No
tardé en darme cuenta de que mi experiencia en un laboratorio
químico durante mis estudios tenía muchos paralelismos con la forma
en que cocinábamos en el curso, incluyendo el funcionamiento de las
instalaciones.
Además, no hace mucho descubrí la moda del ASMR y ésta me trajo el recuerdo del agrado que me producía oír a otras personas
comiendo, masticando, mascujeando incluso (esto es, masticando de
manera sonora y grosera).
Cuando empezó la emisión de “Pesadilla en la Cocina”, el
programa de Alberto Chicote, al principio me sentí atraído por los
dramas con final feliz que escenificaban. Uno podía sentir simpatía,
empatía o hasta antipatía, en diversos grados la primera y la
última, hacia cada uno de los personajes que se le mostraban en cada
episodio.
Después de dos temporadas el repetitivo formato, invariablemente
idéntico en prácticamente todos los programas, ha llegado a ser
cansino, pero aún me resulta fácil reírme de y enfadarme con las
llamativas personalidades de esos propietarixs, cocinerxs y camarerxs
que se exhiben. Me gusta ver las reformas que el programa hace en
cada local (las cuales algunos propietarios aprovechan para hacer una
limpieza a fondo, sin duda); no obstante, mi trance favorito del
programa sigue siendo esos minutos que Chicote dedica a probar la
comida del local haciendo sus teatrales críticas acompañadas
ocasionalmente de ocurrentes metáforas que le dan un toque casi
literario al texto hablado.
Ya en alguna ocasión oí al mismo Chicote comentar que algunos de
los locales por los que el programa había pasado, terminaron
cerrando. Últimamente, mientras veo el programa he consultado por
Internet el estado actual del local correspondiente, y en esta última y breve
temporada me ha sorprendido que varios de los locales estaban
permanentemente cerrados, por lo que a los dueños de los diversos
locales afectados no les sirvió de mucho la ayuda del programa, en
ningún sentido.
Hubo un programa (no recuerdo cuál) en el que el resultado de mi
búsqueda me informó de que el local, no sólo había cerrado, sino
que se anunciaba su traspaso totalmente reformado (claro, con las
reformas de “Pesadilla...”).
Sin embargo, el programa del pasado 11 de julio, último de esta
temporada, rizó el rizo. El propio programa debía de saber que el
local no tendría salvación, y se esmeraron tan poco en las reformas
que, en un mapamundi que pintaron en una de las paredes, el cual
incluía islas como Madagascar, Japón, las Canarias y otras islas
pequeñas, se les olvidó incluir las islas británicas; ni siquiera
las dos principales aparecían ¡Una de las naciones más importantes
del mundo desde antiguo! Tela. Menudo despiste.
No sé yo si habrá una nueva temporada de “Pesadilla en la
Cocina”, pero muy a mi pesar seguramente volveré a engancharme a
causa de esos minutos en los que Chicote nos muestra algunas de las
elaboraciones y las prueba, con su personalísimo estilo.