Ese mismo título es el
que me dio una amiga, como forma de definirme en una sola frase. Y yo no puedo
estar más de acuerdo. Da igual en medio de quiénes me halle, por muy rara o
diferente o variopinta que sea la gente que me rodea, yo nunca encajo
completamente bien con ninguna persona. Supongo que es el resultado de una vida
muy particular, por más que su apariencia presente una gruesa capa de
normalidad.
Esa particularidad
también tiene reflejo en mi ideología y creencias. No voy a hablar aquí de las
segundas. En cuanto a la primera, mi posición política se puede resumir, a día
de hoy, en una sencilla expresión: me tenéis hasta los cojones.
Aunque mis padres
procuraron educarnos en un cierto alejamiento de toda ideología política, nadie
podría haber evitado que los meros conceptos éticos, morales y sociales con los
que me crié fueran influyendo en mi mentalidad, también en el aspecto político.
Mi preadolescencia en
un colegio privado, aunque enfocado principalmente a los hijxs de autónomxs y
de obrerxs especializadxs, coincidió con la votación primero de la
Constitución, y luego del Estatuto de Andalucía, con la enorme carga ideológica
que rodeó a toda aquella mini-revolución. En aquellos años las opciones
políticas iban, como ahora, desde la extrema izquierda, que parecía dar
calambre si se tocaba, hasta la aborrecida extrema derecha. De hecho, todo lo
que sonaba a derecha recordaba al pueblo la tiranía del señorito andaluz; de
modo que la gente, entre la que aún se contaban numerosas personas mayores que
habían padecido a esos señoritos y a sus "herederos" franquistas,
rechazaba entre el odio al franquista Fraga, a quien se achacaba la firma de
varias sentencias de muerte, y el recelo contra el Partido Andalucista. El rechazo
de este último al Estatuto de Autonomía de Andalucía supuso a su vez su relego
al olvido del PA por parte de lxs votantes andaluces. Por eso me toca mucho los
cojones que se nos eche en cara el mantener al PSOE en el gobierno andaluz
tantos años. No basta con vivir aquí: hay que tener un largo pasado aquí para
entenderlo.
Pero no es por eso por
lo que me tenéis hasta los cojones.
A pesar de haberse
forjado en mí una mentalidad política en paralelo a mi crecimiento personal,
cada vez que hay elecciones procuro ser neutral en mis comentarios políticos en
la red, aun cuando no pueda evitar que se noten mis preferencias. Si hemos de
dividir las ideologías entre arriba y abajo, aquellas aparecen claras, dada mi
lamentable situación socio-económica, por no hablar de los principios humanos
que han formado parte de mí desde mi infancia. Si las dividimos entre izquierda
y derecha, también aparece nítida mi elección. Reduciendo las ideologías a su
concepto básico, la derecha da a quien ya tiene, puesto que, salvo contadas excepciones,
tener más que otro asegura al individuo llegar más lejos que aquel otro. Por su
parte, la izquierda valora la persona por el mero hecho de ser persona, cubre
sus necesidades básicas, y entonces le da para que prospere. Esto se ve
claramente en la educación: la derecha exige a lxs estudiantes ser productivxs;
la izquierda les pide crecer para, a partir de ahí, empezar a ser individuos
productivxs para la sociedad.
Llevo como unas dos
semanas presentándoos mi punto de vista de cara las próximas elecciones
generales, y no parece que nadie haya prestado mucha atención a mis propuestas,
por no decir ninguna. A pesar de que no suena muy honesto recontratar a un tal
Bárcenas sabiendo ya que había ocultado en Suiza millones de dudosa procedencia
(y con un sueldo mayor que el del Presidente del partido, por no hacer nada,
para colmo), de quedar acreditado en autos judiciales que el PP tuvo caja B
incluso hasta las más recientes épocas, y otras malolientes canalladas, parece
que las masas aborregadas que añoran otros tiempos están dispuestas a escuchar
al profeta Marhuenda y optar por esas siglas.
Otro tanto se puede
decir del mohoso PSOE, por más que le hayan lavado la cara; no sé si tanto en
relación a la corrupción, en la que también tienen sus partes bien forradas,
como a su facilidad para torcerse a la derecha cuando gobiernan (lo que me
recuerda a un volante para juegos que tuve).
En definitiva, llevo
semanas recordando al personal (o intentándolo), que no se fíen de los partidos
emergentes tampoco, porque ambos ocultan en las alcantarillas oscuros agentes
agitadores, y porque ambos parecen tener en discretos despachos intereses que
nos harán pagar muy caro en el caso de que obtengan poder suficiente. En su
defecto, os recuerdo, una vez más, que tanto para socialistas descontentxs como
para derechistas asqueadxs o para centristas desorientadxs resulta una opción
purgante dar el voto a UPyD, cuyos dirigentes, si bien tampoco parecen ideales,
al menos demuestran día a día una lucha denodada, real y honesta por la
limpieza en las instituciones. Quienes prefieran escorarse más a la derecha
harán bien en escuchar las propuestas de VOX, y el resto bien pueden optar por
una coalición que, al igual que los dos partidos anteriores, van de cara en
cuanto a sus propuestas: UP/IU.
Si decidís continuar
ignorando mis advertencias, solicitad al menos la opinión sensata y humanista
de Julio Anguita, a quien en mi atolondramiento adolescente llegué a considerar
rayano en la locura, pero cuyas opiniones cualquier gobernante consideraría
prudente escuchar.
Y no diréis que no os
lo he advertido.
Sinelo
Si os preguntáis cuándo os advertí yo acerca del
sentido de vuestro voto, podéis leer la entrada "Para ganar, no apuestes a
ganador"