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miércoles, 27 de julio de 2016

Lobos Amaestrados


Soy plenamente consciente de que a ojos de los lectores la actuación de terroristas en Normandía y Alemania parece contradecir la tesis que sostengo en mi artículo “Lobos solitarios orquestados” según las cuales los ataques se producen casi exclusivamente en viernes, y por tanto desacreditar mi opinión sobre las verdaderas motivaciones que hay tras esos ataques.
Ahora sabemos casi con toda seguridad que el atentado en Niza no fue hecho por un islamista. Otro tanto ocurre con el de Munich, cuyo objetivo de imbuir terror en la población fracasó tan estrepitosamente que de forma espontánea la gente puso velas en memoria del asesino y de las víctimas. Aquel desequilibrado individuo tuvo un comportamiento tan errático que cuando se suicidó parece que aún le quedaban unas trescientas balas en la mochila, lo que no concuerda con un sanguinario criminal que pretende causar el mayor número posible de víctimas. Este fracaso forzó la inmediata actuación de otros criminales en ese mismo fin de semana, de modo que el domingo dos chicos rápidamente radicalizados atacaron con meros cuchillos en una iglesia de Normandía. Tampoco esta acción tuvo las consecuencias esperadas, ya que el eco que tuvo la noticia en los medios quedó muy difuminado entre los programas del domingo y los espacios previstos para los días laborables, durante los que suele haber pocos debates de tertulianos, especialmente en televisión. Ni siquiera las redes sociales funcionaron como agitadoras del oleaje informativo. El mismo domingo otro individuo radicalizado, y también desequilibrado, se inmolaba con una bomba en otra iglesia (¿otra coincidencia?, vaya) causando quince heridos que no deben de revestir mucha gravedad, porque ni siquiera se menciona este dato; dado que el único muerto fue él tampoco se ha dado mucha divulgación a la noticia, sobre todo en redes sociales.
Dos pequeñas actuaciones el domingo siguiente al viernes del fracaso. Dos pequeños «solistas improvisados» que mantienen el eco del terrorismo islamista de fin de semana en suelo europeo.
Aun un tercer desequilibrado actuó en Japón causando una matanza en un centro para discapacitados. Con un cuchillo asesinó a diecinueve personas abogando por el exterminio de quienes no pueden valerse por sí mismos. Nada que ver con el islamismo, ni con el terrorismo siquiera. Desde el punto de vista sociológico parece fácil relacionarle con problemas psicológicos unidos al estrés de sobrepoblación que padece Japón.
Volviendo pues a las acciones que tienen carácter terrorista y que podrían tacharse de islamistas, como veis se mantiene la cadencia que indicaba en mi artículo de Alcantarilla Social: un goteo de terror viernes a viernes, para asegurarse un eco en los medios, vacíos de contenido en el fin de semana, y si el plan fracasa, suscitar la actuación casi improvisada de otros que mantengan el eco del RE-quiem por un terrorista, víctima de... _________________________________________ (cada cual ponga los nombres o siglas que desee); y por sus víctimas, por si alguien lo dudaba.
No os dejéis engañar por el humo de los medios, ni por el fuego del petardazo: fijaos en dónde está la mano que lanzó el cohete pirotécnico. Buscad la verdad detrás de las palabras, detrás de las noticias y, sobre todo, detrás de las intenciones.

domingo, 24 de julio de 2016

Mi Historia


Llevaba horas caminando. Había estado toda la tarde caminando. Mis zapatos parecían una sucia prolongación de la suciedad de mis pies; parecían haber nacido y crecido a partir de ellos. Mi cabello era una maraña de arañas que correteaban sin cesar sobre mi cráneo desnudo; casi me habían ya irritado la piel. Mi ropa, o lo que quedaba de ella, eran como jirones de mi piel ennegrecidos por el tiempo. Y una jodida nube gris se había empeñado en acompañarme todo el camino. Era gorda como la señora del quinto, esa que siempre me acompaña hasta el décimo, con tal de no quedarse con la última parte del cotilleo en la garganta. Era húmeda, muy húmeda la nube, aunque la muy jodida no se decidía a llover, y me dolían todos los huesos y parecían cañas prestadas para darme algún relleno que sostuviera mi cuerpo.
Me paré un momento, miré al cielo, y suspiré, lanzando con mi aliento casi todas las pocas fuerzas que me quedaban.
  • Me gustaría que lloviera. – Tras un par de pasos, me detuve de nuevo y miré otra vez al cielo–. Pero no llueve, la jodida.
No sé de dónde rayos salió ella. Era pequeña y delgada, y se movía como un tornado, revolviéndolo todo hasta dejarlo a su gusto. A su paso, algunas cosas desaparecían en sus bolsillos. Pero se movía tan deprisa que apenas la vi; más bien la presentía, la intuía, o la deducía en función del caos que provocaba. En un momento me agarró de la mano y al momento siguiente me soltó la otra frente a una verja metálica.
Era un paraje que nunca había visto. Me asomé por los barrotes de la puerta, y entré. Estaba abierta. Justo delante de mí había un huerto diminuto. No parecía haber el menor orden en los cultivos; había de todo, y todo estaba anárquicamente distribuido. La tierra negra, sin embargo, había sido arada en surcos rojos, con un amor inmenso, por unos dedos maravillosos de tacto aterciopelado. Y justo a mis pies había una regadera recién llena con agua fresca de manantial. La tomé y la volqué con cuidado sobre la tierra, y ésta gozó la lluvia y la bebió ávidamente.
Abrí entonces los ojos y me sentí empapado. Era a mí a quien ella regaba. Me sonrió; le sonreí, y vi sus ojos y su carita redonda detrás de la ventana. Sentí sus labios, el vacío, sus labios de nuevo sobre los míos. Y sus ojos, sin dejar de mirarme. Pero yo miré, y ella seguía allí, detrás de la ventana. Entonces salió. Se acercó caminando como un fantasma; a veces el lado izquierdo flotaba más que el derecho, a veces flotaba más el derecho.
Al llegar a mí sonrió de nuevo, y mi boca le sirvió de espejo. Su mano incorpórea me rozó el pecho y se guardó mi rojo palpitante, con mucho cuidado, poniéndolo a funcionar junto al suyo. Su mirada en mis ojos rozó mi nuca, y mi alma se fue con ella, como si me la hubiera robado del aliento que respiraba en un beso inesperado.
Dio media vuelta y comenzó a caminar. Y yo, que ya no tenía voluntad, ni quería tenerla, la seguí bailando su caminar; bailando yo también, su caminar.
Una mariposa blanca se cruzó en su camino y se detuvo a mirarla, y a reír. La oí reír como a una niña. La oí reír llena de amor y felicidad, y yo reí con ella; y lloré de amor y de risa. Y rió el cielo; y el padre Sol rió acariciándole la mejilla perfumada. Y hasta los ángeles rieron contagiados; pero se fueron pronto, henchidos de envidia hacia su inocencia picardeada.
Al llegar a la puerta se puso seria. Y de nuevo vi su rostro tras el cristal de la ventana. No sé... no sé qué dije; no sé qué no dije... ni sé qué hice, ni qué no hice...
Miré a mi alrededor. Un pequeño cuadradito verde era donde estaban mis pies; limpios adorables y blancos en su desnudez. La hierba que pisaba se agitaba como su flequillo con el viento. El calor de la tierra era el de su mano. Rebosante de florecillas blancas y amarillas el jardín parecía sonreírme; como ella. Un banco de cálida madera basta me recordaba sus formas. Me eché en él y sentí su cuerpo abrazarme.
Contemplé tumbado en la hierba las nubes blancas jugando con el arco iris, que tan pronto era sonrisa como ave, o perro, o pompa de jabón. Tan bien jugaba él a imitarlas. Y se asomó la luna, llamándome a casa. Yo miré la verja, miré la ventana, y mi corazón se expandió hasta fundirse con todo lo que me rodeaba y no ser nada.
  • Vete, Noche; vete, Luna, y Alborada. Id a casa que aquí es donde vivo yo ahora, aunque no me hable, aunque ni me mire callada.
Miré otra vez, hacia la ventana, y vi su carita redonda, sonrojarse, quizá enamorada. «¡Ojalá!» – suspiré en silencio – «ojalá algún día salga, y me tome de la mano para llevarme dentro, o para llevarme, a donde haga falta».
A veces veo por la verja la gente que pasa. Y me miran y me llaman «el loco de la casa fantasma». Pero no oigo nada, sino el amor que palpita en sus ojos a mi espalda. Aunque cuando me vuelvo a mirarla es ella quien proyecta una nube de agua sobre mi ardiente deseo de ararla y regarla con mil versos nuevos... ¡Shhh!, guardad silencio, que duerme ahora, arropada en la casa...