Cuando era niño y adolescente oía contar cómo algún que otro
anciano de entre los internados en el asilo que hay cerca de casa “se
la sacaban” ante las monjas que le cuidaban. A mí por entonces
aquello me parecía más que nada una travesura, una gamberrada si se
quiere, propia de un viejo que ya va desbarrando, y como me hacía
gracia me dio por empezar a decir, medio en serio medio en broma, que
de mayor quería ser un viejo
verde.
Los tiempos han cambiado tanto que el yo de ahora censuraría muchas
opiniones de mi yo de entonces, ya pacifista y pacífico,
antirracista y demócrata convencido, pero incomparablemente más
machista que hoy día. Con el tiempo y la reflexión, tanto propia
como ajena, he aprendido la agresión que implican determinadas
actitudes y acciones aparentemente inofensivas, las cuales de hecho
lo son en un entorno de igualdad y libertad efectivas, reales. De
hecho, creo que eso es lo que impide que muchas personas lo
entiendan: no tienen suficientemente en cuenta el contexto social en
el que estamos viviendo, por más que esas personas crean que, e
incluso por más que parezca que sí.
A raíz de esta noticia en medios de comunicación he oído y leído
comentarios que me han hecho reflexionar:
“Harvard
suspende a su equipo de fútbol masculino por el obsceno 'informe'
sobre el equipo femenino”
Estamos, como decía, en tiempos de cambios, los cuales no han hecho
más que empezar. Incluso personas que luchan abierta y
obstinadamente en defensa de la verdadera igualdad desde los puestos
que ocupan, no han comprendido su alcance y siguen defendiendo en la
vida privada actitudes que, desde un punto de vista filosófico, en
el mundo actual, con tantas personas desprotegidas y vulnerables, y
tantas otras tan carentes de escrúpulos como para agredirlas,
implican un menoscabo de la protección efectiva de aquellas.
Entre esas personas hay mujeres y hombres bien conocidos, personajes
públicos, que no voy a señalar porque no pretendo entrar en
polémicas ni ser dedo acusador, por más que hacerlo le pudiera dar
más difusión a este blog, y más fama a mi cuenta de Twitter.
Los fumadores, que hace apenas dos décadas eran la imagen del poder,
la seducción, la confianza en uno mismo, el triunfo, hoy día han
terminado siendo casi proscritos, apestados. Se están produciendo
una serie de cambios que tenemos la obligación y la necesidad de
saber leer, de entender, asumir, asimilar, si no queremos acabar tan
socialmente rechazados como aquellos.
Sinelo