VotoHispaBlog

Dame tu voto en HispaBloggers!

jueves, 1 de noviembre de 2018

Bares


Todo el mundo mitifica los bares –ya sean de tapas, cafeterías, de copas, o los más sencillos, multiusos, que todavía pueblan las zonas humildes–, o incluso los pubs. Los primeros, como centros de socialización familiar, lugares que ejercen la función de ágora, de plaza pública donde poner en común las vidas vulgares de la gente normal. Sitios en los que se mascan la política y el fútbol mezclados con tragos de aguada televisión o de series y programas donde actores sin formación ni vergüenza, pero bien pagados, juegan a ser ellos mismos para sorprendernos y escandalizarnos y hacernos sentir como ellos. Los bares han inspirado canciones, películas, series de televisión y personajes de todo tipo y condición.
Compartiendo sus orígenes con los anteriores, los bares de copas y pubs se nos suelen presentar también como espacios de una cierta mistificación en los que dos personas solitarias que generalmente chapotean en alcohol se miran a los ojos y, reconociendo en los del otro la soledad propia, se abrazan para no ahogarse y poder sobrevivir hasta que amanezca.
Mi periodo de náufrago fue corto pero pródigo en lecciones, y tengo una para vosotros que nadie conoce. Los bares, que tan bien huelen a diversión y la hora de cerrar, cuando aún resuenan los ecos de la música y el tumulto, a primera hora, cuando abren, están tan enfermos que casi huelen a vómito. Ya sea a primera hora de la mañana, cuando abren para que el obrero se saque del estómago el vértigo con un sorbo de café, o a primera hora de la tarde, cuando los aspirantes a borrachos se dejan caer como quien no quiere la cosa por los alrededores de su local favorito, los suelos vacíos lloran como un alma débil esperando a su cita; el aire semeja el aliento espeso del encamado febril; y las mesas vacías son huesos expuestos en una fractura abierta.
Cuando el primer cliente llega, sin embargo, todo empieza a sanar, aunque lentamente, de tal modo que si toma un café rápido y se va, el local se repone poco a poco, como el miserable apalizado al que recuperar la verticalidad le lleva varios dolorosos minutos de estratégicos cambios de postura. Pero si el cliente decide tomarse un tiempo entonces el local, niño caprichoso que se sale con la suya, deja de llorar y sonríe, y vuelve a jugar como si nada.

1 comentario:

  1. Maravilloso..."las mesas vacías son huesos expuestos en una fractura abierta."...
    Todo el texto está tapizado con imágenes potentes. Muy poético. Me encanta.

    ResponderEliminar