En tiempos de crisis,
de crisis política en este caso, es cuando se ve realmente la altura ética de
unx políticx.
Como andaluz de
izquierdas ya he explicado alguna vez, por Twitter sobre todo, los motivos por
los que el PSOE lleva gobernando en Andalucía desde el principio de los tiempos
(de los tiempos del actual sistema autonómico), pero voy a aprovechar este
espacio para recordároslo una vez más echando mano de lo que yo mismo decía en el
post "Friki
entre los frikis" de mi blog "Las Letras de Sinelo".
«En aquellos años las opciones políticas iban, como
ahora, desde la extrema izquierda, que parecía dar calambre si se tocaba, hasta
la aborrecida extrema derecha. De hecho, todo lo que sonaba a derecha recordaba
al pueblo la tiranía del señorito andaluz; de modo que la gente, entre la que
aún se contaban numerosas personas mayores que habían padecido a esos señoritos
y a sus "herederos" franquistas, rechazaba entre el odio al
franquista Fraga, a quien se achacaba la firma de varias sentencias de muerte,
y el recelo contra el Partido Andalucista [éste,
no obstante, llegó a tener cinco diputados ¡en el Parlamento nacional!]. El
rechazo de este último al Estatuto de Autonomía de Andalucía supuso a su vez su
relego al olvido del PA por parte de lxs votantes andaluces [cayeron hasta sacar sólo unos cuarenta mil
votos]. Por eso me toca mucho los cojones que se nos eche en cara el
mantener al PSOE en el gobierno andaluz tantos años. No basta con vivir aquí:
hay que tener un largo pasado aquí para entenderlo».
El panorama político
que ha dejado el 20D nos presenta un bipartidismo extremadamente debilitado. Eso
significa que en Andalucía y en otras comunidades la gente ya está viendo
factible votar por otras siglas y que, por tanto, la alternancia PP-PSOE se ve
gravemente amenazada. En concreto en este "feudo socialista" eso se
traduce en que al PSOE le ha salido una sólida alternativa de izquierdas. De ahí
la actitud de Susana Díaz y de otros barones del PSOE (obviando la maquiavélica
intención de Albert Rivera al ofrecerse de intermediador entre los dos grandes
partidos, con la idea seguramente de dejar a ambos con el culo al aire en un
pacto que le beneficie sobre todo a él) tratando de restringir el margen de negociación
de Pedro Sánchez, para incluso forzar si es necesario una nueva convocatoria de
elecciones.
La maniobra de la sra.
Díaz no trata de salvar la situación del PSOE a nivel nacional, y mucho menos
de apuntalar el liderazgo de Sánchez, más bien al contrario, puesto que parece
que unas nuevas elecciones terminarían de hundir al partido, lo que a su vez
sería el Waterloo de aquél; Susana intenta hacer una voladura "controlada"
(o eso cree) del partido con la esperanza de que la estructura de éste en la fachada
sur aguante lo suficiente como para ser la base de su reconstrucción, en la
cual ella emergería de entre las ruinas como la figura superviviente y sólida,
capaz de salvar o quizá hasta de refundar el partido.
Y esto me remite de
nuevo al párrafo inicial. Es cierto que Susana Díaz es una mujer con mucho
carisma y que ofrece una imagen de cercanía con la cual se ha metido en el
bolsillo a una gran cantidad de andalucxs, pero que no se confíe, porque el
pueblo andaluz no es tan tonto como para seguir ciegamente a una mula
enloquecida, que cegada por su propia fuerza ha echado a correr hacia el
abismo.
Sinelo