Otra vez elecciones. Otra vez
los unos diciendo lo malos que son los otros y los otros diciendo lo
malos que son los unos; o lo buenos que somos nosotros y lo malos que
son los otros. Además, es que ni se molestan en disimular; todo un
Presidente del Gobierno lo dijo tal cual, en plan “votadnos a
nosotros porque si no, vendrán los malos”.
Un discurso elaborado, sí
señor. Pero claro, hay que tener en cuenta que se dirigen a unas
masas de rumiantes “pacentes”, que se tragan sin pensar lo que
oyen, lo remueven en cada uno de sus cuatro estómagos (a saber, la
economía, la justicia, el empleo, y el “orden social”), y de la
misma irreflexiva manera, una vez digerido, lo sueltan en forma de
estiércol con el que abonan su círculo social.
No, no te rías tanto, iluso
podemita. No me estoy refiriendo sólo a la masa de aborregados
fachosos, esos cuya dignidad quedó anclada a la cama del Caudillo
como una suerte de pátina de añoranza. Tampoco me limito a criticar
a las turbas socialistas, no a las vuestras, sino a las de toda la
vida; esos indolentes durmientes que viven soñando hallarse aún en
los ochenta de Felipe, que se creen hacedores de patria y
deshacedores de entuertos sociales, cuando ellos mismos también han
puesto su importante contribución en el saqueo nacional.
También hablo de vosotros,
que os creéis la supuesta luz liberadora de una coletuda luciérnaga
de laboratorio; de vosotros, que negáis el parecido con allende los
mares de vuestras formas mientras vuestras huestes adoptan las armas
y estrategias del hermano americano.
Y por supuesto, qué decir de
los mercenarios anaranjados, a las órdenes del más mercenario y
menos digno de confianza de todos ellos.
¿Qué decir? Pues que cada
uno por separado y, sobre todo, en conjunto, me dais casi tanto asco
como miedo. Pero no por lo que podáis hacerle al país, o a quien se
ponga en vuestra contra. Eso, siendo terrible, no es lo peor, como
presuntos seres humanos con dignidad que se supone que sois. Lo peor
es la alegría con la que renunciáis a esa misma dignidad o,
incluso, cómo os creéis en su posesión mientras olfateáis la mano
del amo y aceptáis sin rechistar la caricia o el manotazo.
Otra vez elecciones, en esta
pseudodemocracia diseñada allende los mares que tan airadamente
criticabais y que de pronto parece haber tomado a vuestros ojos todo
el crédito que antes le negabais; acaso porque ahora os paga unos
buenos sueldos. Bueno, a vosotros no, claro, a vuestros amos.
Lo que más me molesta es que
yo lo veía venir. Ya escribí hace tiempo en mi viejo blog:
«Olvidad a los salvadores, que sólo quieren engañaros. No os
dejéis embaucar por los adalides el cambio, o se convertirán en
capataces de vuestros actos». Pero no, tampoco es eso. En realidad
lo que más me molesta y me desconcierta es que yo con mi miopía e
ignorancia fui capaz de verlas venir, y al parecer nadie más con
influencia social tuvo redaños o clarividencia suficiente para
verlo.
Pues hala, id a votar al amo
con alegría y determinación, que yo seguiré abriendo fosas comunes
en las que dar sepultura a los restos de vuestras maltrechas
dignidades.
Sinelo