paranoisis: Dícese de cada
uno de los episodios de paranoia sufridos por una persona paranoica.
Cuando se habla de la caída
del felipismo y de la meritoria victoria de José María Aznar suele
omitirse la mención del atentado que sufrió éste no mucho tiempo
antes de las primeras elecciones que ganó. No suele citarse, en
cambio, nada de la decisiva ayuda que obtuvo de los medios de
comunicación, muy especialmente del diario “El Mundo” de Pedro
J. Ramírez.
Aunque la llegada al poder de
Felipe González ocurrió durante mi adolescencia, ese hecho no le
dotó de una duradera imagen de líder carismático a mis ojos; ya el
ingreso de España en la OTAN supuso un cántaro de agua fría a mis
expectativas de progreso y pacifismo, lo que me volvió crítico con
cada una de sus actuaciones y declaraciones.
Aznar llegó tras una breve
sucesión de líderes “de mistos” (como aquellas escopetas que en
mi época estaban permitidas incluso a los niños, no sé si tanto
legalmente como socialmente), es decir, líderes temporales cuya
validez finalizaba con el primer fracaso electoral en el que
sucumbieran. Pero, curtido en el desalmado mercadeo internacional del
armamento, él no estaba dispuesto a conformarse con ese papel de
“usar y tirar”, de modo que se presentó a las elecciones frente
a Felipe hasta ganar las definitivas en 1996.
Aznar ya había venido dando
sobradas muestras de su mezquindad política y de su amor por la
mentira y la manipulación. Habían salido a la luz en varias
convocatorias electorales diversos fraudes que habían protagonizado
afines al PP, como la inclusión de difuntos en las listas del censo
electoral, inscripciones de unx mismx votante en el censo de diversos
municipios, o incluso la compra directa de votos que se
materializaría más tarde con el mayor descaro en el “tamayazo”.
Y estaba además la manipulación de los medios: años más tarde
supe que hubo medios en los que se inventaban supuestos casos de
corrupción a distintos niveles dentro del PSOE, los cuales
contribuyeron decisivamente a socavar el apoyo popular con que había
venido contando Felipe González.
Pero el golpe definitivo
vendría de la mano de las células más intrigantes de Aznar. El
descontento por el estado de la economía y del empleo en la década
de los ochenta en España, junto a aquellas noticias de corrupción,
como decía, casi todas falsas (creo recordar que conté más de
veinte casos de corrupción atribuidos al PSOE de los cuales sólo
tuvieron condenas unos cinco o seis) se habían demostrado
insuficientes frente al carisma de González, que defenestraba a
Aznar en cada debate electoral.
Un atentado ocurrido el 19 de
abril de 1995 en el que el coche de Aznar resultó destrozado y «19
personas, entre ellas sus escoltas, sufrieron heridas», incluidos
«dos hombres, con lesiones de pronóstico grave», mientras que él
sólo tuvo conmoción y unos «ligeros rasguños en la cara» (en un
coche blindado, ¿qué partes hay sueltas para causar daño, y qué
partes podrían causar un daño tan débil?). Sin embargo, pese a la
diferencia entre los daños que sufrió el persistente candidato a la
presidencia y los que sufrieron otras personas, la opinión pública
se centró en convertirle a él en la principal y mayor víctima del
atentado (nada se supo de lxs demás, salvo uno o dos fallecimientos
tardíos citados en la noticias). Obviamente el ataque había sido
contra él, pero habiendo sido la herida de mayor gravedad «una
anciana, que [...] estaba en coma», cuya vivienda se derrumbó con
la explosión, ¿no habría sido más humano centrarse en las
víctimas más afectadas en vez de poner el foco en la más famosa?
Los comandos de ETA en
aquellas época solían tener una cierta eficacia; de hecho, usaron
un detonador por cable en lugar de su habitual detonación por radio,
conocedorxs de que el coche iba equipado con «un inhibidor de
frecuencias que interrumpe las emisiones que capta a su paso», y
aunque al parecer calcularon a ojo el momento de la detonación,
fallaron por poco; eso hace que resulte más extraño pensar que
organizasen un atentado tan significativo en un lugar tan poco
eficiente, ya que «[l]a onda expansiva perdió parte de su poder
mortífero por ser una calle muy abierta y de edificios bajos».
También resulta llamativo que
la policía supiera ya al día siguiente que la bomba había constado
de unos «con 40 kilos de amosal y otros 40 de tornillería», sobre
todo teniendo en cuenta que «[l]as
investigaciones del atentado corrieron a cargo de la recién
creada Unidad Territorial Antiterrorista (UTA), dependiente de la
Brigada de Policía Judicial», investigación que suponía el
debut de dicha unidad, por lo cual, además «[l]a
inexperiencia se hizo notar en una cierta desorganización y despiste
de los agentes que intervinieron en la operación, según reconocen
fuentes policiales».
Lo que sí trascendió
inmediatamente a los medios fueron las primeras palabras de Aznar:
«Estoy bien, estoy bien. ¿Cómo están los míos?», refiriéndose
a sus escoltas. Algo muy propio de él, pensar en primer lugar en
“lxs suyxs”.
En definitiva, cabría pensar
que el propio Aznar, con el apoyo de unx o dos de sus más leales
seguidorxs, habría organizado alguna pequeña acción
propagandística, haciendo llegar alguna descabellada propuesta a
“alguien”, a cambio de que otro “alguien”, una vez en
determinado puesto, comenzase unas negociaciones (que, lógicamente,
no tenía la menor intención de llevar a término) durante las
cuales usase una expresión del tipo “frente nacional de liberación
vasco”. Refuerza esta idea el hecho de que, aunque el atentado
«confirm[ó] las sospechas de Interior de que ETA estaba preparando
desde hac[ía] dos meses una acción contra algún importante
dirigente del PP en Madrid», no obstante «la policía ha[bía]
venido asegurando durante este tiempo que no había "ningún
dato objetivo" que avalara esta sospecha» y por su parte «[e]l
ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, [….]
confirmó que el líder del PP no figuraba en ninguna lista de
objetivos de ETA».
Como ahora sabemos, el Partido
Popular se presentó “dopado” con un extra de financiación
ilegal en muchas convocatorias electorales. Cuando ninguna forma de
financiación de los partidos era ilegal el osado José Mari, cuyos
negocios le proporcionan contactos en el mundo de los expertos en
armamento y explosivos, es posible que un año antes de las
elecciones buscase asesoramiento para llevar el dopaje más allá de
los tradicionales trapicheos con el censo y los votos por familias,
soborno, chantaje o engaño. Pero, en fin, como decía, todo esto es
el fruto de una paranoisis.
(textos
extraídos de “El País” de 20 de abril de 1995)
(haz
clic aquí para consultar el significado de “mistos”)
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