El pulso que el General
J.J. Rodríguez ha mantenido con la zorrera del Ministerio de Defensa ha tenido
como desenlace final (por ahora) su cese por "pérdida de confianza" y
"falta de idoneidad", lo que al parecer (los medios me hacen dudar)
significa su expulsión del ejército, con todo lo que ello implica.
Evidentemente, la medida no puede resultar más deshonrosa para el ministro
Morenés.
En principio se supone
que siendo estrictos, el ministro se hallaba en su derecho de tomar una medida
disciplinaria, pero a nadie se le escapa que se trata de una pueril pataleta de
rabia contra la libre decisión de un hombre al que el sr. ministro consideraba
bajo su control.
Todo empezó cuando el
General optó por unirse al partido de Iglesias. Como aún no estaba en la
reserva, el General Rodríguez, sabiendo que en el Gobierno le pondrían todos
los impedimentos posibles, decidió dar el paso de sumarse a las listas de
Podemos, y solicitó entonces su pase a la reserva. Su jugada maestra fue no hacerlo
público hasta que ya lo hubiera solicitado, conocedor de que era en el Consejo
de Ministros donde debía aprobarse su solicitud; los zorros no iban a permitir
que el General se marchase para unirse a las filas del "enemigo";
otra cosa habría sido si se les hubiera pedido el pase a la reserva para ir en
las listas del PP, naturalmente. Al publicar su solicitud al tiempo que su
incorporación a las candidaturas de Podemos el General les obligaba a
retratarse públicamente.
Los habitantes de la
zorrera, atrapados entre el espíritu democrático de permitir el juego político
sano y honesto, o bien aferrarse a la rigidez castrense, optaron por esto
último como forma de salvaguardar su dignidad protocolaria, ya que otra no les
quedaba, de cara a sus votantes tradicionales. En cambio, de cara no sólo al
resto de votantes, sino al panorama político internacional han ofrecido con
ello una imagen, una vez más, de retrógrado anquilosamiento en las, para ellos,
inquebrantables normas, cuando en sólo unos días el General (me resisto a
apearle del rango que, sin entrar a valorar ni a cuestionar sus méritos, hasta
ahora ha tenido) habría sido un hombre totalmente libre de ejercer todos sus
derechos y libertades civiles como ciudadano.
Estamos una vez más ante
la infame venganza de unos politicuchos sin honor suficiente para reconocer a
la gente sus méritos, sus derechos y sus libertades. Pero claro, qué se podía
esperar de aquellos que, a falta de razón, aluden a la Constitución, la misma
contra la que su fundador votó en su día, para eludir el diálogo y el debate
político, por ejemplo, en Cataluña. Así nos va, y así nos seguirá yendo
mientras no nos libremos de semejantes seres. Y lo malo es que, cual
criminales, se aprovechan de la limpieza con que jugamos los ciudadanos ante su
tiranía.
Sinelo
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